viernes, 12 de noviembre de 2010

UN RECORRIDO MÁGICO

A continuación los invito a recorrer unas de las costas más hermosas de Colombia  y que por fortuna hace parte de mi bella región Caribe.
Siendo las 2:30 de la mañana un 13 de septiembre del año 2008 sonó mi despertador, alertándome de un día maravilloso que sin duda sería inolvidable, pues yo haría parte de una expedición dentro de la inmensidad del PARQUE TAYRONA. Sin saber realmente lo que nos esperaba disfrutamos de un buen desayuno en un pueblo llamado “calabazo”, lugar donde comenzaríamos esta aventura.
Seguidamente y luego de deleitar unas deliciosas arepas con huevos revueltos acompañadas de un rico café con leche, fuimos despojados de nuestros equipajes tras la advertencia de los guías sobre el largo camino que habría que recorrer, de esta manera siendo las 9:07 de la mañana partimos a conocer lo nunca antes conocido en compañía de tres guías quienes se encargarían de indicarnos el camino a seguir durante nuestro recorrido por el parque Nacional Tayrona.
Poco a poco fuimos sumergiéndonos entre árboles y montañas con gran emoción y vitalidad, la misma que al cabo de hora y media aproximadamente de recorrido ò incluso menos fue notándose muchos más frágil debido a las inclinaciones de las montañas, las rocas, acantilados y trechos peligrosos que se cruzaban a nuestro paso. Para superar todos estos obstáculos propios de la naturaleza se hacía necesario tener los nervios bien puestos pues cualquier paso en falso podría significar la vida.
Entre risas, admiración, quejidos, e incluso lágrimas con las que mis compañeros y yo manifestábamos el cansancio producido por las largas caminatas, continuamos el recorrido por este hermoso paisaje natural hasta llegar a “pueblito”, sitio donde habita una comunidad de indígenas kOGIS.
En este sitio habitaron muchas  familias pertenecientes a esta cultura,  lo cual se aprecia a través  de unos círculos hechos de piedra que ellos mismos dejaron como señal de que en cada uno de ellos solía vivir una familia; su vestuario, comportamiento, algunas de sus artesanías, sus casas, quedaron impregnados en mi mente para toda la vida.
Continuamos el recorrido pretendiendo llegar a las costas de este parque natural, pero para ello debimos caminar durante varias horas más. El camino se mostraba un poco más desafiante, pues grandes rocas blancas se imponían en el camino convirtiéndose en mágicos senderos que nos indicaban a su vez las huellas de los antiguos habitantes  de estos parajes que hoy conforman uno de los parques nacionales más importantes de nuestro país “EL PARQUE TAYRONA”. Allí encontramos playas, bosques, cerros, bahías, matorrales, peces, aves, reptiles y algunas ruinas arqueológicas que relatan la historia de los TAYRONAS.
En el afán por llegar a disfrutar de sus aguas casi cristalinas encontramos lo inimaginable, algo que a nadie le pudo pasar por su mente “un vendedor de paletas”, jajajaja!!.... parecía mentiras pero no, ahí estaba él con su cava sentado al frente de una cueva conformada por inmensas rocas que daban paso a la entrada de tan anhelada playa.  Fue así como retomamos fuerza y continuamos nuestra caminata con la emoción de ver una zona repleta de palmeras de coco que nos indicaban la llegada a la playa.
Allí nos esperaba un almuerzo poco deseado, pues en medio de tanta naturaleza marina ¿a quién se le ocurre comer “pollo”?. Pero bueno, lo mejor vino a la hora de tan esperado baño  en tan deliciosas aguas saladas, ahhh!!… pero eso si en compañía de turistas de todas partes del mundo, esos aventureros tan osados que vienen de tan lejos a conocer nuestras riquezas naturales.
Había comprendido que de eso se trataba esta expedición, disfrutar al máximo de todo lo que había en aquel lugar tan mágico.
Finalmente, partimos de nuevo a la civilización y aunque el regreso no fue por el mismo pasaje debimos caminar alrededor de dos horas  antes de llegar al lugar donde se encontraba el bus que nos trasportaba.
La belleza que observaron mis ojos era inigualable, tanta naturaleza nunca antes vista, hermosos paisajes, playas que parecían piscinas, pequeñas islas en medio de la inmensidad del agua y un cielo tan azul como las mismas aguas,  me permitieron sentir tanta paz y a la vez comprobar la inmensidad de nuestro creador del mundo, ese mismo que me dio la oportunidad de hacer aquel día “UN RECORRIDO MÀGICO”.

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